martes, 23 de septiembre de 2008



Testigo del tiempo

Calle enraizada que duermes siestas ajenas,
en tus lentos movimientos se adivinan tus ausencias,
tan prolongadas que duelen, tan silenciosas que matan.
Tus árboles retorcidos, ciegos por feroces hiedras
que cubren todo a su paso, son participes de tiempo,
que injusto, pasa sin ser percibido.
Quien atrapa tu retrato lo lleva siempre guardado
en un rincón de su alma y lo llora como niño.
Tus casas vacías de risa hoy escuchan tus silencios
y descubren tu añoranza.
La penumbra que te envuelve con palomas de testigo
es hoy una fría tumba, que refleja caminantes.



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